Cata: Mira Licha, qué rápida soy. Soy más ágil que un Chungungo. ¡Uh¡ ¡Ah¡ (sonidos de esfuerzo de saltos entre rocas).

Licha: Sí, te veo Catita. Pero ten cuidado de no pisar mal y caerte al agua, que no voy a poder rescatarte.

Después de la marejada. La abuela le había prometido a Cata que, si la acompañaba a la playa a buscar cochayuyo seco, luego podrían ir a explorar las rocas en busca de animales. Ese día prepararían galletas con harina de cochayuyo.

Cata: ¡Uh¡ ¡uh¡ ¡Ah¡ El piso es lava. ¡Uh¡ ¡Ah¡ El agua no me toca…

Catita saltaba de roca en roca con mucha agilidad, mientras exploraba en búsqueda de cangrejitos, chitones y potos de mar.

Cata: ¡Ah…¡ ¡Uh…¡ ¡Ah…¡ … ¡Aaaaaauuuuch¡

Licha: ¡Ayyyyy pero niña¡ ¡Qué te dije recién¡ ¿Qué te pasó?

Cata: Auuuuuuu… me doblé el pie. Es que me caí en ese hoyo de ahí.

Cata era verdaderamente muy hábil en los roqueríos, pero nunca se esperaba que en la roca alguien hubiese cavado un… ¿un hoyo?

Cata: Mira abuela, y no hay uno solo. Al ladito hay otro.

Sobre una roca plana había lo que parecían ser agujeros. No eran como las grietas que tienen las rocas naturalmente. Eran más parecidos a los agujeros de un queso. Había dos y eran muy redondos y muy perfectos.

Cata: ¿qué son estas cosas?

Licha: No lo sé… es la primera vez que veo algo así en mi vida, y eso que he pasado por acá por muchos años de años.

La abuela y la nieta se sentaron a mirar esta parte de la roca tan particular y pasaron su mano por ella. Se sentía lisa, como si este agujero se hubiese hecho con paciencia y tiempo.

Licha: Lo que sí se, Catita, es que, en este mismo lugar, hace tres mil años había personas, pueblos originarios, que vivían aquí mismo, en Gota de Leche. ¿Habrán sido ellos?

Cata: ¿En serio? No sabía que había personas tan antiguas…

dijo Cata, sorprendida.

Cata: Licha, ¿eso significa que aquí también había abuelas con sus nietas?

Abuela: Seguro que sí.

Cata: Y… ¿cocinaban juntas?

Abuela: Yo creo que sí.

Cata: Y… ¿esas abuelas preparaban galletas de cochayuyo también?

Abuela: Jaja, no lo sé… ¿Por qué tantas preguntas?

Cata: Es que… ¡estos agujeros me hacen acordar al lugar en donde tu mueles el cochayuyo para hacer la harina¡

Abuela: ¡Oh¡ Es verdad… se parece mucho a mi mortero de piedra… qué observadora eres.

Cata y su Abuela habían encontrado las Piedras Tacita de Gota de Leche. Ellas guardan muchos secretos del pasado que hasta el día de hoy nadie conoce. Tal vez, en ellas se molían los ingredientes de deliciosas comidas del pasado. O tal vez significaban muchísimo más que eso. Junto a ellas nietas y abuelas habían compartido su cariño con profundas conversaciones. Tal vez en ellas las nietas despedían a sus abuelas.

Si las rocas hablaran, seguramente nos contarían la verdad.

Abuela: ¿Cómo está tu pie?

Cata: Está bien… me duele solo un poquito.

Abuela: Volvamos a casa… seguramente mis galletas de cochayuyo pueden terminar de curarte.

Si tú fueras la Piedra Tacita, ¿qué historia del pasado te gustaría contarle a Cata y a su Licha?