Martina era la niña de El Tabo con la colección de conchitas más linda de todo el pueblo. Tenía grandes, chicas, de colores y nacaradas.

Su favorita era una que había encontrado cerca de la abalonera y pertenecía a un abalón. Su abuelo le había contado que, a pesar de ser muy parecida a otros caracoles de la playa, esos animales los traían de afuera, de un país lejano. Pero a Martina le gustaba mucho porque era tan brillante que podía ver su reflejo en ella.

Martina siempre exploraba el sector cerca de la abalonera. Entre las rocas, en la arena… y aunque encontraba muchas conchitas, ninguna superaba a su favorita.

Martina: Como dice mi abuelo, el mar siempre trae sorpresas. Estoy segura de que pronto encontraré una concha aún más bonita.

Pensaba la niña cada vez que iba a explorar.

Uno de los días de exploraciones pasó algo que nunca más se le olvidó. 

Ese día, las olas eran gigantes. Ni las surfistas más atrevidas estaban en el mar. Mientras trepaba roqueríos, esquivando el agua que salpicaba, algo llamó su atención. En el agua turbulenta una cabecita peluda, café y con bigotes apareció. Las olas parecían estar maltratando a la criatura, porque aparecía unos segundos a tomar aire y luego se hundía, tapado por las olas.

Martina trató de ver mejor de qué se trataba… y… ¡era un gato¡

¡¿Cómo había llegado un gato a la playa?¡

Martina: Los gatos no saben nadar, ¡se está ahogando¡

Tenía que rescatarlo, pero ella sola no podía, sobre todo estando el mar tan bravo, así que le gritó a su abuelo, quien estaba pescando en la orilla, para que la ayudara.

Martina: ¡Abuelo¡ ¡Abuelo¡ Ven rápido. Necesito tu ayuda, abuelo.

Abuelo: (sonido como que viene corriendo y está agitado) ¡¿Qué pasó Martina?¡ ¡¿qué pasó?¡

Martina: Abuelo, mira allá. ¡Hay un gato en el agua¡… tenemos que hacer algo para salvarlo. ¡Los gatos no saben nadar¡

La niña señaló hacia el mar, pero cuando el abuelo miró se dio cuenta que todo estaba bien.

Abuelo: jajaja, Martina, ese no es un gato como el que tenemos en casa. Ese es un gato de mar…

Martina: ¿Un gato de mar?

Abuelo: Sí, un gato de mar. También le dicen Chungungo. Y a él le ENCANTAN las olas. Probablemente viva en estas rocas de por aquí y está buceando en búsqueda de su comida, por eso aparece y desaparece.

Martina: (sorpresa) Y dónde come, si ahí no hay nada.

Abuelo: Justo por ahí hay un frondoso bosque de algas. Son lugares creados por fuertes y grandes algas, donde viven muchos erizos, cangrejos y peces. Pura deliciosa comida para el Chungungo.

De repente, el animal salió del agua hacia el roquerío. Llevaba algo en su boca… era una lapa muy grande… y se la empezó a comer, hasta dejar la concha limpita, limpita. Terminando, volvió a meterse al agua y su cabecita volvió a desaparecer.

La niña y su abuelo se acercaron con cuidado y recogieron la concha que había dejado el Chungungo.

Martina: Mira abuelo, es del tamaño de mi mano… ¡y tiene los colores de una carpa de circo¡ ¡Es hermosa¡

Abuelo: ¡Ujuju¡ Hacía años que no veía una lapa tan grande.

Desde ese día, Martina tiene una nueva concha favorita… y un nuevo animal favorito también… ¿puedes adivinar cuál es? ¡El Chungungo¡